En el mundo de los coches, una de las marcas más arriesgadas
con sus diseños y modelos desde el principio ha sido Lamborghini, con modelos
como el Countach o como del que vamos a hablar hoy, el Lamborghini Espada.
De todos los modelos de la marca italiana, el Espada fue uno
de los más exóticos y diferentes de los que han creado, ya que, tanto por los
materiales utilizados, como la propuesta de diseño, como el rendimiento del
vehículo fueron algo fuera de lo normal en su momento, algo que le distanció
incluso de su gran competidor Ferrari.
La historia de este coche comienza justo después de los
grandes éxitos que obtuvo Ferruccio Lamborghini con el 350GT, 400GT y el Miura.
El exfabricante de tractores venía lanzado desde que comenzó su guerra personal
contra Ferrari y con el Espada intentó seguir siendo lo que comenzaron a
llamarle. Un asesino de Ferraris.
Para este trabajo, Ferruccio recurrió al diseñador italiano
Marcelo Gandini, famoso por sus trabajos con Bertone. Gandini tomó como
inspiración el Pirana, el modelo más reciente que hizo para Bertone, aunque
hizo una carrocería menos tosca y más estilizada mejorando así su aerodinámica
pero guardando el mismo espacio para albergar buen espacio para 4 pasajeros.
En el interior, el Espada también quiso ser novedoso y
especial ya que, en sus primeras series, montaba un habitáculo que quería
demostrar que el que mandaba era el conductor. Me refiero a detalles como que,
en el panel de instrumentos, la parte externa giraba levemente para ocultar al
copiloto todos los medidores que incluía acompañados por una serie enorme de
botones que venían poco identificados, tanto en el coche como en el manual.
Incluso la radio que montaba estaba situada junto a la puerta del conductor, lo
más alejado posible del copiloto.
Respecto a lo que os contaba antes de los materiales
utilizados, Lamborghini no reparó en gastos. Utilizaron cuero muy fino,
alcántara, maderas finas y todo tipo de materiales lujosos que hacían que el
interior fuese más de una berlina de lujo, que de un deportivo.
Como detalle curioso, la consola central se extendía hasta
la parte trasera donde podíamos encontrar un encendedor y un cenicero, dando
ese toque de glamour que iba asociado antiguamente al tabaco.
Quizá fue el primer concepto que ahora conocemos con modelos
como el Porsche Panamera o el Aston Martin Rapide.
Mecánicamente, Ferruccio optó una vez más por el
impresionante V12 diseñado por Bizzarini y que ya utilizaron en sus primeros
modelos. Motor que dio tan buenos resultados que fue el que utilizaron como
base para sus modelos V12 de la marca hasta 2010. Era un motor V12 de 3.9
litros que en sus versiones más extremas generaba hasta 400 caballos y
alcanzaba las 11.000 revoluciones por minuto.
El secreto de este motor fue que Ferruccio pidió a Bizzarini
que le fabricara un V12 pensado expresamente para rodar en la calle y que fuese
fiable, a diferencia de los V12 de Ferrari que los sacaba todos de la
competición, con altos rendimientos pero poca fiabilidad para la calle.
Con todo esto nació el Espada. El nombre, como todos los
demás, nació de la pasión de Ferruccio por la tauromaquia, quien se inspiró en
el estoque utilizado por los toreros. Otro dato curioso del Espada eran también
sus depósitos de gasolina. Montaba dos tanques de 47 litros cada uno que
estaban interconectados para poder llenar ambos desde una sola boca, aunque
cada depósito tenía su propia boca. Dicen que para llenar el Espada desde una
de las dos entradas necesitabas cerca de 20 minutos.
Las cifras que consiguió Lamborghini con el Espada fueron
también espectaculares. De 0 a 100 en 6.5 segundos y una velocidad máxima de
250 kilómetros por hora. Hablamos de finales de los 60 principios de los 70.
Eso sí, debido a su diseño, a partir de los 200 kilómetros por hora el coche se
convertía en algo inestable.
El Espada tuvo tres producciones distintas entre 1968 y 1974,
año en el que se dejó de producir en la fábrica de Sant’Agata Bolognese. Se
fabricaron 1.217 unidades lo que en ese momento hizo que fuese el modelo con la
mayor producción de la marca hasta ese momento. Lo cierto es que no fue un
modelo muy conocido en su momento, pero por sus características estuvo llamado
a convertirse en una leyenda digna de los mejores coleccionistas.
En el Gran Premio de F1 de Mónaco de 2018 se subastó una
unidad restaurada completamente, con extras como el techo de plexiglás que
dejaba entrar la luz al interior y con una pintura azul metálica pintada por
Bertone con nada más y nada menos que 15 capas de pintura y firmado por Alberto
de Mónaco. El precio no se hizo público, pero se habla que la puja final rondó
entre los 550.000 y los 750.000€. Un clásico que en cada subasta donde aparece
se revaloriza su precio.
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