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miércoles, 3 de junio de 2020

Ford Escort RS Cosworth. 1992.


Ford siempre ha tenido versiones deportivas de sus modelos de calle de más éxito. Así hemos podido ver al Fiesta ST, al Focus RS… coches radicales comparándolos con las versiones de calle. Pero lo que la marca alemana hizo con el Escort RS Cosworth fue algo sin precedentes y posiblemente algo que no volveremos a ver.


Y no, no me refiero a que contase con un espectacular alerón biplano, si no que lo único que llevaba de Escort era la carrocería (modificada) y el interior. Hasta el chasis venía de un modelo superior, nada más y nada menos que del Sierra RS500 Cosworth.


¿Por qué nació este coche y con este chasis? La razón ya la hemos comentado en más de un programa con otras marcas y modelos. Querían competir en el Grupo A del mundial de Rallies por lo que la FIA exigía tener construidas 2.500 unidades de calle para poder inscribirse. En ese momento, Ford no tenía ningún otro chasis capaz de albergar el motor turboalimentado de 2.0 litros y cuatro cilindros, al sistema de tracción integral y a la caja de cambios manual de 5 velocidades.


El resultado fue como pasaba en los modelos del Grupo A y Grupo B de rallies, que podías comprar un coche de competición y matricularlo para rodar por las carreteras, lo que le ha convertido en un clásico muy cotizado. De hecho, he encontrado tres a la venta en España entre los 50.000 y los 60.000 euros.


Las unidades salidas de fábrica entre el 92 y el 94 fueron las más radicales. Montaban un turbocompresor Garret T3/T04B que ofrecían un empuje algo limitado a bajas vueltas, pero la respuesta a partir de las 3.500 vueltas era tan radical que desplazaba lateralmente al eje trasero.


EL sistema de tracción integral era también más propio de la competición. Montaba un diferencial que transmitía el 66% de la potencia del motor al eje trasero y el 34 al delantero. Todo esto hacía que esta bestia hiciera un 0-100 en tan sólo 5,4 segundos y tuviera una velocidad máxima de 230 kilómetros por hora.


Tras la fabricación de las unidades necesarias para la homologación, Ford cambió turbo T30 por otro Garret, esta vez el T25 que soltaba la potencia de una forma algo más progresiva. El cambio siguió siendo el manual de 5 velocidades y la potencia tampoco se tocó. 227 caballos.


A partir del 94, a parte de cambiar el turbo, cambiaron el alerón siendo ahora algo más reducido, lo que hizo mejorar el coeficiente aerodinámico pasando de 0,38 a 0,34 y haciéndole ganar 10 kilómetros por hora de velocidad punta llegando así a los 240. Por el contrario, esto hizo que perdiese algo de apoyo.


Respecto al diseño, era un modelo fácilmente reconocible. Llevaba, a parte del gigantesco alerón, los paragolpes eran específicos para este modelo, el delantero llevaba un splitter regulable. También llevaba ensanchados los pasos de rueda. Por último, montaba unas ruedas gigantes para la época. 225/45 R16.


El interior era prácticamente idéntico a la versión normal del Escort. Se diferenciaba por algunos detalles deportivos, por llevar en el centro del salpicadero tres indicadores extra (presión del turbo, del aceite y voltímetro). También cambaban los asientos, más deportivos al igual que los pedales.


Un aspecto negativo respecto al modelo de calle era que perdía casi la mitad de la capacidad del maletero.


Se fabricaron un total de 5000 unidades con un precio de algo más de 24.000 euros. Ya os digo que es un clásico que ha duplicado su precio, una buena inversión. Si tenéis uno cuidadlo, que sigue revalorizándose.


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