Hoy os traigo uno de los superdeportivos más valorados de
los años 50 y por supuesto el mejor coche que se construyó en España, el Pegaso
Z-102.
A finales de los años 40, el Instituto Nacional de Industria
(INI), comenzó a crear un tejido industrial a pesar del cierre internacional al
que estaba sometido España. Fundó ENASA, Empresa Nacional de Autocamiones S.A.)
para llenar nuestras carreteras con nuevos camiones con una empresa líder en el
sector que era Pegaso.
Pegaso reunió lo mejor de los ingenieros y técnicos disponibles
en ese momento. A la cúpula directiva de la empresa se le ocurrió una maniobra
propagandística adicional. Crear un coche Pegaso pero que fuese un deportivo
capaz de demostrar internacionalmente, de lo que era capaz España.
Para dirigir este ambicioso proyecto se recurrió a la única
persona que tenía el país con capacidad y experiencia en el sector del
automóvil a este nivel. Se trataba de Wilfredo Ricart, un ingeniero que ya
había trabajado en Alfa Romeo dirigiendo nada más y nada menos que el Departamento
de Competición de la mano de la Scudería Ferrari.
Organizó una pequeña fábrica y una escuela de aprendices y
se rodeó de los mejores colaboradores del país, desde ingenieros a probadores.
Nacía así el Pegaso Z-102, diseñado como un biplaza de altas prestaciones con
un motor V8 de 2.5 litros.
Al menos así era el diseño, ya que el robusto V8 en realidad
no era tan robusto como habían pensado. Se convirtió en una pieza compleja e
ineficaz que nunca aportó lo que necesitaba el Z-102. La arquitectura interna
del motor no le permitió nunca rendir la potencia que demandaba un coche como
este Pegaso. Aún así, se convirtió en el coche más potente jamás fabricado en
España.
Ya os hemos contado en muchas ocasiones, que es estas épocas
muchas empresas hacían el chasis, motor, suspensiones etcétera y cada uno lo
carrozaba a su gusto. Pues el Pegaso no fue una excepción. A parte de por la
propia ENASA, el Z-102 fue carrozado por la empresa francesa Soutchik
produciendo los ejemplares más raros.
También hubo carrozados por la empresa italiana Carrozzeria
Touring de Milán, de donde salieron los modelos más bonitos con diseños
equiparables a los mejores Maserati, Alfa Romeo e incluso Ferrari de la época.
De aquí salieron también los modelos más ligeros ya que los carrozaron con su
sistema Superleggera, que eran carrocerías de aluminio.
Por último, también hay algunos modelos carrozados por el
español Pedro Serra que fabricó los últimos modelos descapotables.
De todas estas asociaciones, la realizada con la empresa
italiana fue la que puso al Pegaso en conocimiento del mundo entero con modelos
como el Cúpula Rosa de Té o Thrill.
También se atrevieron a adentrarse en el mundo de la
competición y así pudimos ver algún modelo del Pegaso Z-102 en el Gran Premio
de Mónaco Sport de 1952, en Le Mans de 1953 o incluso en la Panamericana del
54, pero por desgracia, todas estas participaciones terminaron fatal debido a
la falta de experiencia y por qué no decirlo, también a la falta de
conocimientos en este mundillo, a parte de que los medios tampoco fueron los
más propicios para una aventura de este calibre.
A parte, se fabricaron varios prototipos del que uno de los
más llamativos fue el Bisiluro. Era un coche con una carlinga de piloto en un lateral
y el motor en el centro. Nunca llegó a LeMans, pero estuvo a punto de batir un
récord mundial de velocidad.
Otro prototipo fue el Spyder Touring. Éste sí que batió
todos los récords que poseía Jaguar en 1953. El piloto encargado de lanzar este
bólido a marcas que nadie conocía hasta entonces fue Celso Fernández. 243
kilómetros por hora. Para eso contaba con un motor de 3.200 c.c. y 360
caballos.
Aún así, el INI en 1956 decidió que el mundo ya conoció lo
que era capaz de fabricar España y centró los esfuerzos de Pegaso a los
camiones y autobuses. Además, estos deportivos no tenían cabida en la sociedad
española así que se desmantelaron las instalaciones y se desguazaron los
prototipos existentes.
Los últimos coches que estaban en construcción se desviaron
a talleres particulares para que los terminasen. Para los motores de estos
últimos modelos hubo que recurrir a motores de Seat y Alfa Romeo.
Los Z-102 cayeron en el olvido durante varios años hasta que
en los 80 algunos amantes de la marca comenzaron a rescatarlos. Se consiguió
recuperar unas 30 de las 84 unidades fabricadas desde 1951 hasta 1957 y cada
vez que uno aparece en alguna subasta suelen alcanzar las 7 cifras.
Tesoros de la automoción y orgullo español, aunque para
muchos sea un gran desconocido.
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